domingo, 13 de noviembre de 2011

En todas partes cuecen habas (Part 1)

Pero, para ser sinceros, en Tanzania lo que mas cuecen es arroz: estoy ya que me sale por las orejas. Hace dos miércoles fue un día histórico: el único día desde que estoy aqui (que yo recuerde) que no probé ni un grano de arroz. No está mal, después de mes y medio. Pero atención, que hay más (por favor, las personas fácilmente impresionables, que se abstengan de leer lo que viene a continuación): ese día tampoco tomé "beans" (judías pintas). Un hecho tal no se producía en una familia tanzana desde 1974 (creo que la televisión local quiere hacerme una entrevista). Ignoro las causas de tan (gastronomicamente hablando) inusual jornada, pero sospecho que posiblemente era el día nacional de la patata, dado que al mediodía tomé "chips mayai" (literalmente "patatas huevos", es una especie de tortilla de patata local pero con patatas fritas y una consistencia más bien escasa) y por la noche patatas guisadas con carne y verduras. En cualquier caso, de patatas tampoco es que vayamos sobrados en la dieta, así que bienvenidas sean.

En todos sitios cuecen habas, y en todos sitios hay buena y mala gente. Junto a muchas y buenas experiencias (más de una persona en Dar, por ejemplo, se ha desviado de su camino por acompañarme e incluso me ha pagado el billete en el daladala), hace dos fines de semana tuve mi primera experiencia realmente mala desde que estoy aquí. Fue en mi visita a Zanzibar, donde sufrí la enfermedad comúnmente conocida como "turistus pardillus". La versión corta de la historia es que un tipo me birló las gafas de sol de la mochila y tuve que pagar 20.000 Tsh (unos 10 euros) para recuperarlas. En cualquier caso, las versiones cortas son para las nenazas y la historia completa no tiene desperidicio (sobre todo si la cuento yo, que molo todavía más que la historia), así que les animo a continuar leyendo.

Pues allí estaba yo, 8 de la tarde, junto a parte de los voluntarios del campo de trabajo de Kilimanjaro (Carmen de Suiza, Haelim de Corea, Sara de Italia y Laura de Francia) en un mercado de pescado que hacen en Stonetown (la principal ciudad de Zanzibar) cada noche, delante del mar. Hay como 40 o 50 mesas que se dividen en dos tipos: las que ofrecen "Zanzibar pizza" (pizzas de distintos tipos -incluyendo banana o chocolate- y que están bastante buenas, la verdad); y las que tienen
distintos tipos de brochetas de productos marinos (pulpo, calamar, langosta, barracuda, atún, emperador, gambas, y todo bicho oceánico que uno se pueda imaginar, todas las brochetas, eso sí, a "mzungu price", precio para blancos, como no podía ser de otra manera en un sitio tan turístico como Zanzibar). Así que uno se pasea por las mesas, elige las brochetas que quiere, se las churruscan en un par de fuegos comunes que hay por ahí y voilà. Como todas las mesas tienen básicamente lo mismo, se produce el efecto que he bautizado como "falso rafiki": todo el mundo es lo más pegajoso posible y se inventa las historias más descabelladas (por ejemplo "¿que te llamas Javier? Mi primo pequeño se llama Habil! Tiene 5 meses y nada más nacer lo tuve entre mis manos...es una monada, tienes que comprar en mi mesa, hazlo por Habil!") con el unico propósito de caerte bien y que les compres a ellos. Sinceramente, lo detesto, me cansa y me produce una tristeza extraña que no se muy bien como explicar.

Una vez hube decidido la mesa en la que iba a comprar (básicamente a pito pito gorgorito, porque ya digo que todas tenian lo mismo) y elegido los productos y cuando ya me los habían traido del fuego y estaba a punto de recogerlos, noté algo detrás. Por un momento pensé "a ver si me están robando", pero me dije "bah, no, simplemente es que esto está lleno de gente y este tipo tan simpático con gorro de rastafari se ha tropezado conmigo". Cinco minutos después, sin embargo, cuando me junte de nuevo con las chicas, descubrí que la hipótesis inicial era la acertada y que mis gafas de sol no estaban. Después de lanzar cinco o seis "fucking bastard", pensé que tal vez si me paseaba por la zona lograba ver al tipo rastafariense. Así que me di una vuelta y decidi preguntarle a una de las 3 personas que despachaban pescado en el puesto donde yo lo había comprado. El tipo, después de escuchar mis penurias, me dijo "ah sí, ya sé quien dices, le conozco bien. Es una mala persona, siempre esta por aquí haciendo alguna. Vamos a intentar buscarle, pero aunque le encontremos, probablemente va a querer dinero por las gafas, eso si no las ha vendido ya". Así que le dije que si le encontrábamos estaba dispuesto a pagar hasta 10.000 Tsh y me dispuse a seguirle con toda mi buena voluntad.

Mi buena voluntad, sin embargo, se fue transmitando poco a poco en intranquilidad manifiesta: el hombre se estaba comportando de manera un poco extraña y además (despues de un par de vueltas infructuosas por el mercadillo) había comenzado a conducirme a hacia un sitio oscuro como la boca del lobo. Para completar el panorama, un par de amiguetes suyos con apariencia más bien siniestra (uno de ellos arrastraba la pierna al estilo jorobado de Notre Damme) habían aparecido de la nada y, después de intercambiar unas palabras en swahili con el tendero, se habían unido a la fiesta. Todo ello me pareció indicar una clara intención desplumatoria así que en un momento dado me planté y le dije al tendero que no daba ni un paso más, y que por favor fuese él y volviese con las gafas o con el tipo. El hombre intentó convencerme de que no habia ningun peligro y de que siguiésemos, pero a esas alturas yo estaba ya para pocas bromas y creo que él lo entendio. Así que se adentró en lo oscuro y yo me quedé con los dos tipos siniestros en un sitio donde todavia había seres humanos no implicados en actividades criminales.

Después de 3 minutos el tendero volvió y me dijo que había encontrado al tipo rastafariense pero que lamentablemente ya había vendido las gafas. Yo, con la fly behind the ear, le dije que me parecía extraño que a esas horas y en menos de 10 minutos hubiera conseguido colocar las gafas a nadie. El tipo se enfadó un poco "¿qué pasa que no confías en mí? ¿Yo estoy tratando de ayudarte y tu me dices que miento?" Sin embargo, 15 segundos más tarde estaba diciendome que tal vez por 20.000 Tsh se podía hacer algo, confirmando las sospechas de que él también estaba en el ajo (incluso es muy posible que me las hubiese robado él directamente) y de que había hecho muy requetebien no acompañándole. Yo le dije que 15.000, pero el tio se volvio a cabrear ("tu no quieres recuperar tus gafas, estoy perdiendo mi tiempo, me piro!") y me dio miedo seguir regateando (yo sabía muy bien que nadie, ni siquiera un mzungu, habría pagado 20.000 Tsh por unas gafas de sol, pero no recuperarlas significaba mucho más dinero), así que entré al trapo y le dije que OK. El tipo volvio a los oscuro y completamos la transaccion.

10 minutos más tarde y animado por mis acompañantes decidí que la cosa no podía quedar así, y decidí tensar la cuerda un poco: volví al puesto de pescado y me lancé un farol (le dije al tio que iba a llamar a la policia para contarles lo que había pasado), pensando (ingenuo de mí) que lo mismo se asustaba y me devolvía el dinero. Al tio solo le faltó echarse a reir, me dijo que fantastico, "hakuna matata" (ningún problemaaa, puedeeee hacermeee sufriiiir) y siguió vendiendo pescado. Hablando con la gente descubrí que la comisaría estaba relativamente cerca, así que decidí perder el tiempo e ir hasta allí. El policía me acompañó al mercado, donde por supuesto ya no había ni rastro del tendero (en su puesto quedaban las otras dos personas) ni de sus coleguitos. El policia estuvo sonscando a la gente, que le proporcionó informaciones a cada cual más útil ("sí, conocemos al tipo. Se llama Pedro Perez, y vive en algún sitio, pero no sabemos donde. Vende por aquí de tanto en tanto, pero ahora se ha ido y no sabemos cuando volverá". Especialmente amable estubo el tipo con un primo llamado Habil: "te dije que compraras en mi puesto. No has comprado, ahora yo no te conozco"). El policía se quedó más que satisfecho con la información, así que volvimos a comisaria, levantó atestado, me dijo que si volvía a ver al tendero le avisara y pegó carpetazo.

Uno puede pensar que 20,000 Tsh (insisto, 10 euros) es poca cosa, pero aquí con esa cantidad de dinero uno puede comer entre 4 y 8 veces o tomarse 40 Coca Colas o 20 cervezas en un bar: es MUCHO dinero. Además, y aunque podemos decir que logré minimizar los males (no sufrí ningún daño, evité ser desplumado en mi totalidad y recuperé las gafas), se te queda un mal cuerpo que te cagas y una sensación de "tonto l'haba" de la que es difícil desprenderse.

Más allá del incidente, Stonetown me produjo una mezcla de sensaciones. El sitio es indudablemente bonito, con sus enormes casas coloniales, sus puertas con arrepujados y trabajos de orfebrería y sus callejuelas estrechas, su mercado de especias y una playa desde la que hay una puesta de sol alucinante, con barcos de vela tradicionales pasando por delante del sol que se pone. En el lado negativo, es turístico hasta la sociedad: he visto más mzungus alli que en el mes y medio que he pasado en Dar en Salaam. Ello implica que no se puede pasear tranquilamente sin que alguien (y a veces, peor aún, alguien completamente fumado) te de la brasa tratando de venderte algo o simplemente de acompañarte para pedirte una propina sin haber hecho nada tangible más que molestarte. Ocho de cada nueve comercios (y puede que me quede corto) son tiendas de souvenirs. Si solo pasas un día por allí, te puede parecer que las cosas que tienen son alucinantes y muy especiales, pero cuando llevas un mes en Tanzania te das cuenta de que casi todas las tiendas de souvenirs, desde Arusha hasta Stonetown, desde Moshi hasta Dar tienen exactamente las mismas cosas, las mismas pinturas de masais, el mismo ajedrez
con la silueta de África como tablero, las mismas esculturas, los mismos pendientes. En la playa hay una primera zona de "mzungus" con tumbonas. Allí están todos, como ovejas en un redil, mientras el resto de la playa está tomada por chavales locales de todas las edades. Ninguna de todas estas cosas me gustan (aunque los únicos culpables de que las cosas sean así, es indudable, somos nosotros, los turistas) y no quiero pensar como será en Diciembre, cuando la temporada sea alta (nota para mis progenitores: vamos a intentar ir a otras partes de la isla si es posible, tal vez un día en Stonetown pero luego podemos intentar ir hacia el norte -hacia Nungwi- o hacia el este)

Me quedo con la puesta de sol, me quedon con los chavales jugando al futbol (siempre con la camiseta de algún equipo europeo, sobre todo el Manchester o el Barcelona. Tengo que decir que en Tanzania el Barça mola mucho más que el Madrid, es alucinante, todos los días veo como 5-10 personas con camiseta blaugrauna y todos absolutamente todos los daladalas tienen alguna pegatina del Barça o de Messi) en la playa o haciendo gimnasia o chapoteando o haciendo competiciones de nado desde el muelle. Me quedo con Norman, uno de los chicos que trabajaban en la guest house donde nos alojamos y que cada vez que me veia me hacia enseñarle (por escrito) algo de español, y a quien le he prometido un libro en español cuando vuelva en Diciembre. Más allá de eso, prefiero mil veces Msongola, Mbagala o incluso Dar, por muy bonito que sea Zanzíbar, que lo es.

2 comentarios:

  1. Lamento que hayas tenido una experiencia desagradable, pero a veces ocurre. No pasa nada. Eso sí, yo creo que cuando el asunto se arregla razonablemente, por muy "cabreado" que esté uno, es mejor no removerlo. Uno juega con desventaja.

    En diciembre intentaremos hacerlo lo mejor posible. En todo caso, seremos tres y tenemos poco que comprar, si acaso nada.

    ¡Animo! Besos.

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  2. Querido Javi:

    Hazte budista, cree en el karma, grita bien alto el título de tu post anterior y te sentirás mucho mejor.

    Una brazo!

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